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Un suicidio cada dos horas y media: una realidad silenciada que muestra las grietas del sistema

Actualizado: 18 sept 2021

El suicidio es uno de los mayores problemas de salud pública de España pese a que haya sido un tabú durante tantos años. El movimiento asociativo y los supervivientes esperan que este sea el año en el que se empiece a luchar verdaderamente contra él: hay mucho trabajo por hacer para entender el sufrimiento, hablar de él y prevenir los suicidios.


La Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva más de un año advirtiendo del deterioro de la salud mental de la población mundial a consecuencia de la pandemia. En la España de Pedro Sánchez y sus socios, la situación es de una precariedad absoluta: hay menos de seis psicólogos por cada 100.000 habitantes frente a los 18 de media de la Unión Europea. En el reino, cada día se suicidan unas 10 personas, y se estima que otras 200 lo intentan. En contraposición, solo nueve comunidades autónomas tienen planes específicos de prevención.

Una sociedad drogada

España es, junto a Portugal, el país de la Unión Europea que más ansiolíticos, sedantes e hipnóticos consume. En concreto, más de dos millones de personas toman medicación a diario, sobre todo las mujeres. Y no es de extrañar: ellas soportan la mayor carga. El 50% de mujeres encuestadas en un estudio de salud mental afirman que su estado ha empeorado con la pandemia. Una de cada tres ha necesitado ayuda externa para solucionar sus problemas.

Miles de españolxs han necesitado ayuda psicológica en estos meses. La pandemia ha evidenciado otra carencia sanitaria del sistema de salud progresista español: la de especialistas en esta rama. La jornada laboral de los pocos psicólogos (especialistas) llega a las 12 horas muchos días. El aumento del volumen de pacientes ha hecho que las consultas estén colapsadas». Y entre paciente y paciente, cuenta el aumento de este tipo de problemas.

«Muchísimos problemas derivados de la pandemia que tienen que ver con la pérdida de empleo, con los duelos no resueltos, con problemas familiares y sociales a los que no se les está dando respuesta». «El sistema público de salud mental no tiene capacidad para soportar la demanda de la población. El acceso a la salud mental está relacionado con el poder adquisitivo«, y con la inexistente redistribución del ingreso y justicia social.

La falta de la capacidad del sistema sanitario público de dar respuesta a esta urgencia se ha analizado como uno de los mayores fallos del sistema para luchar contra el suicidio. Pero no es el único porque lo más importante al hablar de este problema es entender que hay muchísimo por hacer para evitar estos casos.

La falta de educación emocional y una sociedad cada vez más individualista y llena de expectativas inalcanzables y personales son otros problemas a resolver. Las situaciones de discriminación como el bullying por ser o parecer LGTBI+ o violencias como la machista también. O la pobreza, la soledad no deseada y la falta de unas condiciones que garanticen una vida digna. Es necesario repensar todo el sistema para cambiar el modelo y caminar hacia una sociedad más segura y más protegida. Y los expertos insisten: no hay tiempo que esperar.

El sufrimiento y la desesperanza

El suicidio es «multifactorial» y no hay unas reglas generales para entender todos los casos, pero sí que todos tienen en común una «angustia vital» relacionada con una educación en la que se esconde el sufrimiento, el fracaso o la ruina. «Vamos aprendiendo según vamos caminando por la vida. Los niños deberían aprender que la vida no es cuento de hadas. Habría menos sufrimiento y más manejo de la vida».


El sistema de salud español ha fallado por muchos lados. Uno de ellos es el consumismo y las «expectativas» que se generan en la sociedad. «Pensamos que la felicidad está en el consumo, algo que es pan para hoy y hambre para mañana. Hay que reflexionar sobre la sociedad que estamos creando porque es una sociedad de bienestar fallida. Necesitamos una sociedad en la que nos sintamos más protegidos porque es un paso enorme para luchar contra el suicidio».


En esa lucha multifactorial, debemos saber también de que muchos de los factores de riesgo son como «pesos que se llevan en una mochila». Uno no decide suicidarse porque lo han echado del trabajo, en todo caso ese sería el factor precipitante. La gota que ha colmado el vaso, pero antes de eso el vaso estaba lleno de muchas vivencias que van haciendo que cada vez uno se sienta más vulnerable y vea un futuro negro y sin salida.

Por esto, y como dice Andoni Anseán, presidente de la Sociedad Española de Suicidología, cuando se juntan «sufrimiento y desesperanza» muchas personas no ven ninguna solución y la labor y el método terapéutico está en hacer ver que sí lo hay.





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